El presidente suspendido de Corea del Sur, Yoon Suk-yeol, fue arrestado este miércoles en un operativo que movilizó a más de 1.000 agentes y se expandió por más de seis horas en su residencia presidencial. Yoon, investigado por insurrección y abuso de poder, se convirtió en el primer mandatario surcoreano en ser detenido durante su mandato, un hecho sin precedentes en la historia democrática del país.
La operación comenzó a las 4:20 de la mañana y se enfrentó a múltiples obstáculos, incluyendo alambres de púas, barricadas y un muro humano de escoltas presidenciales. Los agentes utilizaron tenazas, escaleras y rutas alternativas para ingresar al recinto. La detención se logró finalmente pasadas las 10:00 de la mañana, en medio de la presencia de multitudes a favor y en contra de Yoon.
El mandatario había sido destituido por el Parlamento el 14 de diciembre, tras declarar brevemente la ley marcial, una decisión que generó caos político y descontento generalizado. Desde entonces, se negó a cooperar con las autoridades y había ignorado varias citaciones para ser interrogado, lo que llevó a su arresto.
Tras su detención, Yoon fue trasladado a una prisión en Uiwang, en la provincia de Gyeonggi, donde permanecerá mientras los fiscales avanzan en su caso. En una declaración en video de tres minutos, Yoon calificó la investigación en su contra como «ilegal» pero aseguró que recibió entregarse para evitar «un derramamiento de sangre».
El arresto produjo reacciones encontradas. Mientras el partido oficialista denunciaba la detención como un acto ilegal, la oposición la celebraba como un paso hacia la restauración del orden constitucional. Por ahora, Corea del Sur es liderada por Choi Sang-mok, ministro de Finanzas y presidente interino, en un clima político marcado por la incertidumbre y la polarización.
El caso de Yoon refleja un capítulo crítico en la democracia surcoreana, que ahora enfrenta un complejo camino para resolver la agitación política y judicial que ha generado este arresto histórico.